Antonio Sastre fue un futbolista completo tanto en la función ofensiva como en la defensiva. Éste jugador fue un embajador, pues en Brasil, donde jugó en San Pablo en el ocaso de su excepcional campaña, fue admirado por su juego, al punto de haber sido considerado el mejor ídolo extranjero que jugó en ese país.
En San Pablo ganó merecidamente la condición de ídolo, tanto que en el estadio Morumbí hay una estatua que lo recuerda.
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